EL APEGO: MUCHO MÁS QUE AMOR

Por Rocío Pescador

En variadas situaciones oímos hablar de esta palabra, la utilizamos en múltiples contextos y para un gran número de ocasiones. Sin embargo, normalmente se usa de un modo inapropiado. Es por ello que decido hacer este post, para aclarar este término y determinar la importancia que tiene en muchos de nuestros problemas.

¿Qué es el apego?

Venimos al mundo con unas necesidades que nos vinculan con otros, preparados para conectar, para relacionarnos con los demás y ésto es adaptativo para la continuidad de la especie. Nacemos programados para necesitar cuidado, seguridad y protección, aunque no queramos necesitar a los demás no podemos evitarlo porque es instintivo. El ser humano es social por naturaleza.

El apego es pues un mecanismo de supervivencia de la especie. Es como nuestro sistema inmunológico psicológico, ¿qué pasaría si no dispusiésemos de un sistema inmunológico que marchara debidamente?: nuestro organismo no podría defenderse de enfermedades y terminaríamos muriendo. Pues bien, el apego no es nada tan distinto, sino disponemos de un sistema seguro y apropiado también morimos pero interiormente.

El apego es, por tanto, el vínculo emocional que desarrolla el niño de forma innata con sus figuras de apego o cuidadores y que le va a proporcionar seguridad emocional, algo que es indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. En función del estilo de apego que establecemos con nuestros padres vamos a desarrollar distintas formas de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos, ya que los patrones de apego de la infancia se reproducen en nuestra vida adulta.

En otro artículo que redactaré, describiré los distintos estilos de apego que se pueden dar y que son tan determinantes en la conducta del individuo. El pionero fue Bowlby seguido por Ainsworth quien describe los subtipos de apego seguro, inseguro evitativo e inseguro ansioso.

El apego seguro facilita el desarrollo de capacidades de afrontamiento, recursos para tratar situaciones de estrés y tener estrategias de resolución de conflicto flexibles y sobre todo, capacidad de autorregulación.

En cambio, el apego inseguro forja dificultades en la relación afectiva.

Aquellos más seguros tienen más recursos para dar y ofrecer en las relaciones.

¿Cómo se genera un apego seguro?

Crear un vínculo seguro tiene que ver con percibir y cubrir las necesidades afectivas y de contacto físico. Para ello, nuestros progenitores o en su defecto cuidadores tienen que estar lo suficientemente disponibles para uno. Nuestros padres tienen que ser ese espejo donde poder mirarme, verme y así regularme, una especie de termostato. Se trata de esa capacidad de respuesta que ellos tuvieron con nosotros cuando éramos pequeños para poder cubrir nuestras necesidades tanto físicas como también emocionales.

De acuerdo a esto podemos formarnos una representación mental interna de lo que es tranquilidad, calma, seguridad y crear dentro de nuestro mundo interno una base segura. El apego es pues el regulador de las emociones.

¿Qué pueden hacer los padres para poder ser esa base segura para mí y poder yo así hacer ese proceso interno, saber autorregularme y prevenir posteriores problemas?

Ser un espejo sano para nosotros donde poder mirar, entender lo que estoy sintiendo, lo que me ocurre, sentir lo mismo a la vez, traducirme en ocasiones y responder a lo que necesito, tener constancia, modelar buenos cuidados, ser pacientes, poner límites firmes. De esta manera donde me miro siento protección y cuidado. En resumen, estar lo suficientemente disponibles para mi pudiendo cubrir todas mis necesidades y regular mis emociones desde una mirada con amor.

Obviamente antes que padres somos humanos y por tanto, tenemos derecho a equivocarnos. Aquí lo importante es la reparación, el aceptar el error, explicar a nuestros hijos que me equivoqué y darme cuenta que debo hacerlo de otra manera. Incluso cuando somos adultos esta reparación por parte de los padres juega un papel de suma importancia en procesos de integración de la persona.  

¿Es posible trabajar con mi inseguridad para tener un apego seguro?

Nadie dijo que sea una tarea fácil pero lo importante es que sí es posible. En ocasiones, es necesario hacer un trabajo para reparar, ya que las heridas de apego rompen parte del sistema que regula la seguridad. La manera en que aprendí a relacionarme conmigo y los demás va a provocar reacciones excesivas ante determinados estímulos que nos recuerdan a eso que vivimos.  Esto va a causar desconfianza en que nuestra base segura nos proteja.

Trabajando con estas heridas conseguimos que yo como adulto pueda ser mi propio termostato y no regularme a través de, por ejemplo, la comida, el orden, una sustancia externa, incluso otra persona... donde estamos poniendo nuestra base segura. Saber cuidar de mí mismo, siendo protector, receptivo, cariñoso, aprendiendo a poner mis propios límites son los recursos que necesito para tener una base segura de apego y poder sentirme tranquilo para responder en mi vida de un modo sano y sin sufrimiento.

Pienso que la raíz de muchos de nuestros problemas tiene que ver con estas heridas de apego, manifestándose como un problema de regulación propia y/o en la relación con el otro. Estos sistemas de apego están dañados y buscamos una base segura afuera porque no la sentimos dentro y la necesitamos, y esa base segura “insegura” es la causa de distintas patologías que sufrimos y no sabemos ponerles nombre.

Autor: Rocío Pescador García
Psicóloga y Psicoterapeuta de MenteIntegra
Directora y Fundadora del Instituto de Psicología Integrador MenteIntegra

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